Adiós, Señor Zuckerberg...

Icono original de Instagram
En 2010 me hice mi primera cuenta en Instagram de las tres que a lo largo de los años he mantenido simultáneamente. En aquel entonces, con mi iPhone 4 recién estrenado, me pareció una idea buenísima. Formato cuadrado y unos cuantos filtros nada más. El iPhone fue el primer móvil que tuve que hacía fotos dignas. La idea de llevar en el bolsillo una cámara siempre dispuesta era fantástica. La idea de tener una app para publicar fotos casi al instante... brutal.

Ni siquiera estaban extendidas las palabras “influencer” o “instagramer”. El icono original estaba basado en las cámaras Polaroid. Era una plataforma orientada claramente a aficionados a la fotografía.

Pero a Mark le sobraba algún dinerillo, la compró y la estropeó.

Hoy, 15 años después, he cerrado mi última cuenta en Instagram. Durante este tiempo, he alternado la regularidad con el abandono, e incluso el olvido.

Últimamente no es que fuera regular pero sí estaba mimando la selección de las imágenes que subía. Siempre he sido meticuloso con los perfiles seguidos que, en su mayoría,  eran de otros fotógrafos. Pero da igual como administres tus intereses. El maldito algoritmo es el que tiene la última palabra sobre lo que debe o no interesarte y algo pasa cuando el contenido sugerido necesita ser verificado para creérmelo.

No tengo problema con que me sugieran contenidos y me da igual si están o no en sintonía con mis intereses. Es como ver la TV en abierto. Si lo quieres gratis tienes que aceptar las pausas publicitarias. No son una ONG y seguro que tienen que comprarles zapatos a los críos. El problema viene cuando el contenido es un fraude, lo denuncias como tal y sigue apareciendo.

Como si sólo fuera eso. 

En la última semana he tenido que comprobar tres veces la veracidad de lo que estaba viendo y no estoy incluyendo las publicaciones relacionadas con Trump, dada la finísima línea que separa la realidad del fake o del meme más absurdo con semejante personaje.

Tampoco incluyo los bulos de factura gruesa que insultan tu inteligencia. Ver a Amancio Ortega con un ojo morado, un famoso, llamémosle X, que no sabía que las cámaras seguían grabando cuando dijo Dios sabe qué, o que me digan una y otra vez que eres pobre porque quieres, porque oportunidades para hacerte rico desde casa no te faltan...

Soy perro viejo en La Red. Hubo un tiempo en el que contaba que había puesto conexión a internet en casa y tenía que explicar qué era eso.

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: discusiones en llamas en foros sin insultar, videoconferencias en blanco y negro a 15 fotogramas por segundo, conexiones por modem a 2.4 kbps., IRC, Telnet, ftp, Usenet, Altavista, Yahoo, ¡Olé! Todos esos términos se perderán como lágrimas en la lluvia. (Venga, llamadme friki).

Vengo de una época en la que las páginas tenían GIF animados por mayor sofisticación, escribíamos el código con programas como Arachnophilia, Wordpress era ciencia ficción, alojábamos nuestras primeras webs en Geocities y poníamos contadores de visitas como única forma de mostrar lo populares que éramos. 

Acabo de activar el modo carca, allá vosotros si queréis continuar leyendo.

Creo que puedo decir, sin temor a equivocarme, que he experimentado la mejor época de internet. Sí, todo era primitivo, pero en aquel entonces era sofisticado. Lo mejor no era creer que estabas a la última. Lo mejor era lo que toda esa tecnología, que ahora nos parece de risa, puso en nuestras manos: compartir y adquirir conocimientos porque sí.

De repente, sentado en la silla de tu ordenador, tenías la posibilidad de conectar con personas con tus mismas inquietudes que podían estar en el otro hemisferio, aprender de otros y enseñar lo que tú sabías a cambio de... nada.

Foros de fotografía donde la preocupación no era acumular “likes”. Visitabas es.rec.fotografía y los participantes se ayudaban, se trataban con respeto y no había haters.

Un día apareció Google. Ellos que parecían tan buenos... ¿os acordáis de su lema? “Don’t be evil”, decían. Pero el lado oscuro es más rápido, más fácil, más seductor... 

La ambición es el camino hacia el lado oscuro. El algoritmo lleva al posicionamiento, el posicionamiento a la monetización, la monetización a la enshitificación*...

Todo empezó a irse al traste. Poco a poco, comenzó a ser cosa del pasado los días en los que hacías una consulta en un motor de búsqueda y encontrabas un enlace útil sin tener que llegar a la segunda página.

Las redes sociales tal como las conocemos hoy en día se hicieron más presentes. Aún recuerdo donde, cuando y quien me instó a hacerme una cuenta de Facebook. Hasta entonces no me interesó lo más mínimo.

En origen, se trataba de poner en contacto a personas que habían estudiado en el mismo lugar. Yo no buscaba eso porque ya estaba en contacto con los compañeros que se convirtieron en amigos, tanto en el colegio como en el instituto o en la universidad. Sigo estándolo. Si no fuera así quizás es que no son tan amigos como pensabas. Perdonad que sea tan brusco pero nunca he sido de medias tintas. Adoro la expresión “eres más falso que un amigo en Facebook”. Conmigo es mejor que se te olvide felicitarme que hacerlo porque te lo recordó una red social. De hecho, por ese motivo hace ya varios años que hice desaparecer mi fecha de nacimiento. Pero no por coquetería, 57 y tan contento. Es más, podría quitarme años porque la genética de mi familia me lo permite. No lo hago... pero si quisiera... lo haría...

Empecé por aborrecer Facebook durante la pandemia. En ese momento, pasé a visitarlo muy de tarde en tarde para ver publicaciones de personas muy concretas. Llegué a la conclusión de que Facebook tiene un poder secreto: el de hacer parecer imbéciles a personas que son interesantes en la vida real (solo revelaré sus nombres en presencia de mi abogado). Finalmente, decidí cerrarlo hace ya más de un año cuando me cansé de emplear más tiempo de lo admisible para encontrar lo interesante entre tanta basura. No lo echo de menos.  

Recuerdo los comienzos de Twitter ahora también conocida como X, ¿se capta la ironía?. Me hice una cuenta porque a curioso me ganan pocos. Me gusta estar al día y me gusta ver, no que me lo cuenten. Inmediatamente comprobé que esta plataforma no era para mí. A estas alturas del texto habréis deducido que 140 caracteres nunca fueron suficientes para mí. Creo que es probablemente y con mucha diferencia la plataforma a la que menos atención he prestado, ya sea escribiendo o leyendo a otros. La inactividad y la inconstancia definen mi paso por Twitter. Creo que la cosa que he hecho con más interés en esta red social fue cerrar la cuenta cuando Elon Musk puso sus manos en la plataforma.

Pero centrémonos. Hoy he decidido cerrar mi cuenta de Instagram. Como decía al principio, he tenido tres. Esto es así porque decidí que mi cuenta original seguiría siendo fiel a los principios de sus creadores: sólo fotos hechas con el móvil y sólo formato cuadrado. Y así ha sido hasta su cierre hace unos meses.

Tenía una segunda cuenta donde publicaba fotos hechas con cámaras serias y en cualquier formato ancho / alto. La cerré en cuanto comprobé que el cierre de la primera cuenta no me producía ansiedad, falta de sueño o cualquier otro efecto secundario.

La tercera de las cuentas estaba dedicada sólo a fotos de música y artes escénicas en general. La mantenía activa pensando que era demasiado optimista si pensaba que con mi web y mi blog era suficiente para mostrar mis fotos. Y sí, es cierto. Es pecar de optimismo. Pero teniendo en cuenta que el algoritmo me ignora y que prácticamente la totalidad de los likes son de familia y amigos… pues ¿qué queréis que os diga?, cerrada está. 

Índice de imágenes de mi perfil en Instagram

Instagram es un medio que va en dirección contraria de los amantes de la fotografía. Me gusta visitar exposiciones, las copias impresas y grandes, los libros de fotografía de gran formato... ver una foto en un dispositivo que cabe en la palma de la mano es ir contra natura. Eso está bien para enseñarle una foto a un amigo mientras te tomas una cerveza, pero no más. La aberración viene cuando alguien te enseña una foto en un móvil con un protector de pantalla amarillento y a medio despegar. ¡No! ¡Aparta de mí este cáliz!.

En fin, lo que os quería explicar, queridos lectores, es que si mis fotos os siguen interesando, este blog, mi web y mi flickr son los únicos sitios para poder verlas.

Ahora mi próxima cruzada será deshacerme de WhatsApp. ¿Difícil? Quizás. Pero lo tengo más sencillo que la mayoría. Desde hace años éste es mi perfil.

Perfil de Whatsapp: Nada de grupitos, ¿OK?

Sólo tengo un grupo de chat, y ya los tengo casi convencidos... creo.

Si lo consigo, le diré definitivamente adiós al señor Zuckerberg. Uno de los tipos que más daño ha hecho a internet.

Para finalizar con esta brasa, tres frases de Umberto Eco a propósito de internet. Un escritor que acostumbraba a dejar sus opiniones sobre internet en las entrevistas.

“Internet es como la imprenta: puede difundir tanto la verdad como la mentira.”

“El drama de internet es que ha promovido al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad”.

“El verdadero desafío educativo hoy es enseñar a los jóvenes a seleccionar, interpretar y filtrar.”

Unos cuantos enlaces para reflexionar sobre el internet que estamos dejando:



Antonio Muñoz Molina en El País: Gente sin escrúpulos.


*enshitificación: es un término acuñado por el escritor y activista tecnológico Cory Doctorow para describir el proceso por el cual las plataformas digitales —como Facebook, Instagram, Amazon, TikTok o X— se degradan con el tiempo a medida que priorizan sus propios beneficios por encima de los usuarios y creadores. (Fuente ChatGPT).

La entrada Adiós, Señor Zuckerberg... apareció primero en A Través del Cristal

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