Armamento Pesado

Para  obligarme a hacer algunas fotos más de Semana Santa este Domingo de Ramos me propuse un reto. Poner en práctica precisamente lo contrario de lo que hago habitualmente.

Que la Semana Santa me gusta fotografiarla de cerca creo que ha quedado claro en anteriores entradas. Creo que en pocas ocasiones he llegado a usar un 85mm fijo. Así que para encontrarle un aliciente añadido, he decidido salir armado con un zoom 70-200mm y ya está. A intentar verlo de otra manera. Todo aplastadito en un sólo plano. Y alguno pensará "éste va de sobrado".

Pues no. Porque antes de salir de casa me dije "llévate el 35mm vaya a ser que haya tema para usarlo y te arrepientas de dejártelo". Como ya me había entretenido demasiado, fui con prisas. Saqué la cámara de la bolsa donde la llevaba y la metí en una mochila donde pensaba que llevaba el 35mm montado en otro cuerpo. Al final llevaría las dos ópticas en dos cuerpos para evitar cambios contínuos.

Cuando llegó el momento saqué las dos cámaras de la mochila y me quedé de palo cuando vi que el 35... se había quedado en casa. En su lugar venía un 135mm. Si no quieres azúcar dos tazas. Porque por mucho bokeh bonito que tenga éste último no se justifica llevarlo de complemento del otro.

Hace unos dos años que tengo este zoom. Lo he sacado en tres ocasiones a la calle (literalmente). Es un objetivo al que le he sacado un partido tremendo en los espectáculos donde uno no se puede acercar lo suficiente. Pero lo que es a la calle, sólo un par de veces en Sevilla y una en Nueva York (me vino de perlas en muchas fotos de Central Park).

Aparte de mi afinidad con las distancias cortas este zoom tiene la pega de que llamas mucho la atención. La gente te mira cuando sacas ese bazooka. Y a mí no me gusta "ir de fotógrafo". Me gusta pasar desapercibido. Además pesa un kilo y medio cuerpo aparte.

Que no. Se va a seguir quedando en casa. Por lo menos en estas fiestas. Pocas fotos lo justificaron y eché de menos todo el tiempo distancias más cortas.