Meditaciones Entre Libros

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Últimamente he tenido un par de fines de semana muy caseros. En parte porque pillé un resfriado de esos fuera de temporada a los que tan aficionado soy. Y ese recogimiento me invitaba retomar cosas que tenía atrasadas. Entre ellos dos libros de fotografías que había comprado hace ya algunas semanas pero que no había tenido tiempo de devorar con la tranquilidad que requieren.

Esto de los libros de fotografía es un vicio que todo fotógrafo tiene. Independientemente de su condición de profesional o aficionado, novato o con experiencia. Uno se dedica a contemplar fotos de los fotógrafos que admira, también de los que no, ¿por qué no? Aunque sea para encontrar la respuesta del "por qué no". Visualizas mil y un estilos que te influyen y que te ayudarán a encontrar el tuyo propio.

Siempre lo digo: para hacer fotografías hacen falta muy pocos manuales técnicos. Al final, desde la cámara más simple a la más compleja, digital o de película, todo se reduce a velocidad de obturación,  diafragma, distancia focal, sensibilidad y enfoque, por mucho que los fabricantes se empeñen en incluir mil y una opciones en inacabables menús de pantalla.

Lo difícil de la fotografía no es lo técnico sino saber ver. Por eso, cada vez que alguien me pregunta por aprender fotografía, siempre recomiendo que en cuanto aprenda lo básico para manejar una cámara gaste el dinero que su economía le permita en catálogos de exposiciones, antologías de fotógrafos, ensayos... 

Sí, es verdad, hoy en día tenemos internet. Y ahí fuera hay montones de fotógrafos, muchos de ellos desconocidos pero de gran valía, que muestran sus trabajos en webs, blogs y portales fotográficos. Y todo eso al alcance de tu ratón no sin antes hacer una buena criba. Es una de las desventajas de la democratización de estas cosas: que publica "todios". Siempre he dicho que me encantaría tener un filtro para eliminar las fotos de gatos en Flickr y los autorretratos en Facebook.

Los que practicamos esto antes de la aparición de internet teníamos que gastarnos los cuartos en libros para ver fotos. Y hoy en día sigo con ese vicio porque no tengo suficiente con lo que veo en Internet. No tengo solución y no hay clínicas de desintoxicación para esto, qué le vamos a hacer. Lo que quiere decir que para hacer la foto de la cabecera he sacado una selección de algunos de mis favoritos de mi particular "cámara del tesoro", una habitación donde guardo montones de libros, mi colección de vinilos y la cacharrería fotográfica que incluye un mueble archivador con miles de diapositivas y negativos. El sitio donde puedo guardar los trípodes sin preocuparme de dejarlos cerrados. Ventajas de vivir solo (como sé que me leen mis amigos casados, me gusta dejar caer el detallito :-D)

Los dos libros que tenía atrasados se centran en dos referentes mundiales en el mundo de la revista. The New York Times Magazine y Life. Me han servido para reencontrarme con una de las cosas que hacía hace muchos años: devorar suplementos dominicales en la época en la que estos aún no se habían convertido en esas publicaciones de hoy en día que han cedido demasiado espacio al rollo de las tendencias, casas de ensueño y otras superficialidades.

Por estas publicaciones han pasado grandes maestros de la fotografía. De esos a los que nadie se atreve a enmendarles la plana. Que yo sepa... Esto último lo empiezo a poner en duda. Atención, me voy a poner espeso.

Cuando me doy una vuelta por los foros de tecnofilia... quiero decir... fotografía, la naturaleza de los comentarios me hace sospechar que las fotos del desembarco de Normandía de Capa no serían aceptables en según que foros hablemos de ellas. Cuando esta tarde cogía los libros de las estanterías aprovechaba para echar un vistazo a los que hacía tiempo que no consultaba. En el libro de Cuba de David Alan Harvey hay una foto de contraportada preciosa. En una plaza solitaria al anochecer una niña juega con un paraguas abierto. No es un contraluz pero las condiciones lumínicas hacen que ella sea casi una silueta por la falta de detalle en las bajas luces. A mí me parece una fotografía fantástica.


He visto fotos de García Rodero que no tienen ese foco rabioso del que tanto hablan ahora. Pero no las cambiaría por una sola de esas fotos tan perfeccionistas que se pueden ver tan a menudo en 500px.com Hace unos días hablaba con alguien de la belleza de la imperfección y del hecho de que ahora la fotografía se mueve en dos extremos. Por un lado el perfeccionismo técnico hasta cotas estratosféricas. Y por otro el gusto por lo retro y lo vintage buscando las imperfecciones de la Lomografía solo que teniendo el poder de decidir donde va a ir la imperfección y en qué cantidad.


Estos dos libros que he mencionado abarcan un periodo bastante extenso del siglo XX y lo que llevamos del XXI que ya no es poco. Los fotógrafos son de toda índole. Hay lugar para el fotoperiodismo de calle, de guerra, la fotografía editorial de estudio, instantáneas, retratos. Algunas muy estudiadas técnicamente y posadas y otras hechas en el instante menos planificado. Pero prácticamente todas rezuman genialidad.


Me encantaría leer de esto en los foros y descansar un poco de comentarios sobre la conveniencia de hacer tres o siete fotografías para hacer el HDR más fantástico o sobre si 60 puntos de enfoque aún es poco para el último modelo de cámara.



En fin, aquí van las dos portadas de estos dos libros que han originado toda esta verborrea. No volverá a pasar... creo... porque mañana me llega otro libro por paquetería con las fotografías de Vincent Laforet.


Comentarios

  1. Un artículo genial. A veces, un pensamiento es una buena fotografía. Estaba pensando comprarme el de Life. Ahora ya será un hecho. Gracias Julio por tu blog ...

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  2. Espeso?...

    Es importante saber desde dónde dispara (no sólo la cámara)alguien que comunica.
    Cuídate!

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  3. Ja! Reconozco esa pila de libros, jejeje.
    El retrato de Clint Easwood me parece fascinante.

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